Visita al Cementerio Sacramental de San Isidro (II)

Continuamos con el Cementerio de San Isidro. Hoy Cristina Runewald nos habla de sus impresiones sobre un par de enterramientos: uno decididamente maravilloso y espectacular, el otro humilde pero con una gran historia detrás. Allá vamos...

Ángel del Panteón de Gandara, esculpido en mármol de Carrara
Giulio Monteverde (1883)

TEXTO E IMÁGENES CRISTINA RUNEWALD | Es imposible describir la sensación que se siente al entrar en el Panteón de Gandara, dedicado a una niña de siete años. La precisión con la que está tallado el ángel pone el vello como escarpias, es completamente andrógino, visto de frente parece una mujer y de espaldas, un hombre. Tiene tantos detalles: las plumas completamente realistas, cutículas en las uñas...

Ángel del Panteón de Gandara
Vista de las alas, con unas plumas tratadas con asombroso detalle

De toda la visita guiada al Cementerio de San Isidro, ésta ha sido tal vez la historia que más me ha impresionado. No es ni muchísimo menos la lápida más bonita, pero sí la historia de quien la habita.
La Duquesa de Santoña vivió una vida dura. Todos sus seres queridos murieron: madre, maridos e hijo. Aun así, siempre fue generosa. En la gran epidemia de cólera de Madrid repartió comida, mantas y abrigos a los pobres y colaboró personalmente. Cuando se casó por segunda vez toda la fortuna que tenía su marido la puso a disposición de los pobres; creó también el primer hospital de pediatría de España, el del Niño Jesús, y fue quien instauró el sorteo del Niño del 5 de enero.
 Una hija natural de su marido la arruinó completamente cuando éste murió, teniendo que abandonar su hospital infantil. Se dice que incluso en los últimos días de su vida acabó mendigando por las calles de Madrid, ¿por qué siempre la gente más buena es la más desgraciada?

Lápida en el nicho de la Duquesa de Santoña

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