Guárdate de los Idus (III)

La muerte de Julio César, Vincenzo Camuccini (1798)
Glasgow Museums

Viendo entonces puñales levantados por todas partes, se envolvió la cabeza en la toga y se bajó con la mano izquierda los paños sobre las piernas, a fin de caer más noblemente, manteniendo oculta la parte inferior del cuerpo. Recibió veintitrés heridas, y sólo a la primera lanzó un gemido, sin pronunciar ni una palabra. Sin embargo, algunos escritores refieren que viendo avanzar contra él a M. Bruto, le dijo en lengua griega: ¡Tú también, hijo mío!

Los doce Césares, Suetonio. LXXXII.

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